El gobierno danés acaba de anunciar que reestablecerá sus aduanas y controles fronterizos.
Dinamarca se convertiría así en el primer país de la Unión Europea y del espacio Schengen en romper el acuerdo de libre circulación entre los países miembros.
El gobierno del país explica que se trata de una medida para luchar contra la delincuencia y el crimen organizado. La restauración de los controles entrará en vigor en pocas semanas y será aplicada en las fronteras que el país tiene con Alemania y Suecia. Supondrá un coste total de 20 millones de euros.
Frontera entre Alemania y Dinamarca.
Mucho hemos oído hablar estos días sobre la revisión del Acuerdo de Schengen y sobre una posible modificación del mismo a petición de dos de sus miembros, Francia e Italia.
Todo comenzó hace algunas semanas cuando un numeroso grupo de inmigrantes tunecinos consiguió alcanzan las costas de Italia. Una vez en tierras italianas, algunos de los inmigrantes se dirigieron en tren hacia Francia. En ese momento, el gobierno galo decidió cerrar de forma temporal su frontera con Italia, algo impensable para muchos y que no se había visto hasta ahora desde la creación del tratado en el año 1985.
Cabe decir, sin embargo, que estos actos se produjeron bajo el marco de la legalidad ya que una de las cláusulas del tratado permite a alguno de sus miembros el cierre de temporal de sus fronteras.
Francia había abierto la veda.
Pocos días después, y en medio de un polémico debate por parte de europeistas y euroescépticos, ambos países pidieron entonces a las instituciones en Bruselas una revisión del tratado y su posible modificación.
La respuesta no se hizo esperar y, ayer mismo, Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea, fue más que rotundo en sus declaraciones afirmando que Europa no cederá ante las presiones y que no se echará por tierra todo el esfuerzo conseguido.
Pero hoy, todo parece haberse desmoronado con la noticia procedente de Copenhague. Parece que todo el esfuerzo y todos los avances conseguidos hasta la fecha se tambalean.
Y es que, precisamente, Europa no atraviesa por su mejor momento. Esto se aprecia cuando vemos a la ultraderecha avanzar de forma descontrolada y hacerse con los gobiernos de los países miembros; cuando algunos de los países del grupo están sumidos en graves y profundas crisis económicas, como el caso de Grecia, Portugal, Irlanda e incluso España, y otros miembros les dan la espalda, sin apoyarlos y ni respaldarlos; cuando cada miembro actúa de forma independiente y toma sus propias medidas ante un conflicto que atañe a todo el continente, como es el caso de las revoluciones en el mundo árabe.
Llegados a este punto, cabría preguntarse qué sentido tiene la Unión. ¿Hacia dónde caminamos? ¿Qué sucederá si el resto de los países del grupo comienzan a reestablecer sus fronteras? ¿Es este el principio del fin?
Yo, y otros 400 millones de ciudadanos europeos procedentes de 25 países, esperamos y deseamos no tener que volver a utilizar el pasaporte dentro de lo que ya considerábamos nuestro hogar.
Arturo Fernández